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Interesante, atrevida y muy recomendable propuesta escénica. Y me morí, combina con acierto el espectáculo cabaretesco, el drama teatral y la fascinante cosmovisión mexicana en torno a la muerte y a la vida, que sus autores acertadamente definen como Cabaret tragicómico mexicano para tres difuntos. Un intenso trabajo de investigación, asimilación, dramaturgia y puesta en escena, realizado a lo largo de un año y medio por el profesor Juanjo Cuesta-Dueñas y sus alumnos Francesc Marginet, Abel Reyes y Marc Tarrida en el Institut del Teatre.
El resultado es brillante y nos acerca a una de los aspectos más destacados de la rica cultura mexicana. Su vital visión de la muerte. El enriquecedor sincretismo en que las visiones católicas e indígenas se entremezclan sabrosamente aliñadas con el demoledor sentido del humor popular, incluso en las circunstancias más trágicas.
El espectáculo conjuga dos partes, aparentemente antagónicas, pero que casan a la perfección. Se nos recibe con nachos (doritos) y chupitos de tequila (traguitos) con los actores travestidos de muchachas con traje folklórico mexicano, en la mejor tradición del cabaret provinciano. Rancheras, corridos, músicas tradicionales mexicanas tan conocidas como Volver, volver, El rey, Ay Jalisco, no te rajes, Adelita, dan paso a La Bruja, popular canción muy relacionada al mundo de los muertos, y La Llorona.
Aparecen tres ataúdes en escena y los tres travestidos, émulos de la Catrina, las calacas (tradicional, crítica y sensual representación de la muerte), se transforman en muertos revividos, trágicos personajes representantes del México más humilde, del México rural, que recrean sus últimos días.
Ambiente polvoriento, olor de sudor y perfume de aguardiente, mezcal y tequila del barato, entre cutres cantinas. Flota en el aire la atmósfera lírica y dura de los maravillosos relatos de uno de los más grandes escritores mexicanos, Juan Rulfo, en los personajes de Perseverancio el tullido, Macario el pendenciero y Rogelio, el modesto ganadero que mató al cacique Camilo por un pleito por las tierras y el pasto para sus animales. Magnífica la escena en rueda de la borrachera.
Una puesta en escena que cuenta además del cuidado vestuario, con una escenografía en constante mutación, que en el estrecho espacio de la Sala Fregoli del Espai Brossa exigió una habilidad suplementaria a los actores.
Textos de Becquer, Ruben Darío, Tomás Villarroel, Horacio y Cátulo emanan entre las canciones y las sucesivas escenas. Un riguroso trabajo que combina técnicas teatrales, (desde el fregolismo escénico al teatro de texto, pasando por el cabaret alocado, la música y las canciones), con la sensualidad del acento mexicano y la divertida procacidad de muchas de sus expresiones..
Meritorio trabajo de Juan José Cuesta-Dueñas en la dirección y de Francesc Marginet, Abel Reyes y Marc Tarrida en la interpretación. De los cuatro en la dramatúrgia y de Jairo Fuentes y Violeta Ollauri en la concepción de la escenografía y de Fran de Benito y Mariona Signes, en el vestuario. Un espectáculo que merece seguir más allá de estos días en el Espai Brossa. Tener un mayor recorrido. Hay un público potencial que lo agradecerá.
Dúo Fácil, Liquido Teatro y La Magneto Mecánica
Marginet; Reyes y Tarrida, que ya están en la recta final de sus estudios en el Institut del Teatre, crearon ese dúo de tres, Dúo Fácil, como una broma, dedicándose en las fiestas a realizar imitaciones de profesores y compañeros. Juan José Cuesta-Dueñas, profesor del Institut del Teatre, oriundo de Burgos, creó la compañía Líquido Teatro en su tierra natal y dejó en la memoria interesantes trabajos entre los que destaca una versión de La casa de Bernarda Alba y un Sueño de una noche de verano. La Magneto Mecànica es un ente fantasmagórico que los une, apenas nato, en este espectáculo.
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